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ETA: «Lo dejo, no lo dejo…»

Durante poco más de medio siglo, la organización terrorista ha logrado convulsionar con violencia la vida política española.

Ahora, ETA recorre en estos momentos el tramo final de su historia.

En eso coinciden las Fuerzas de Seguridad del Estado que han dedicado todo este tiempo a combatirla y aquellos que han justificado sus atentados antes y después de la llegada de la democracia.

Pero ninguno de ellos se atreve a poner fecha a ese final.

Sólo el pasado alberga certezas y una de ellas dice que un día como hoy, hace 37 años, el grupo cometió su atentado más influyente en la historia de España: el asesinato del penúltimo presidente del Gobierno del franquismo, el almirante Luis Carrero Blanco.

Lo que está claro es que algo se mueve en el entorno de ETA.

El portavoz del PNV, Joseba Egibar, ha manifestado en la últimas horas que esta ocasión «es la buena«, en relación al posible fin de la violencia de ETA y la incorporación de Batasuna a las vías exclusivamente políticas.

Y ha añadido más: «Hay una sensación de irreversibilidad, de que un ciclo de combinación de la estrategia política-militar, como ellos lo denominan, se acaba, y de que no hay vuelta atrás«.

Sobre la difusión de un próximo comunicado de ETA, Egibar ha destacado que «por deseado y esperado, será importante», aunque ha matizado que habrá que esperar a conocer el contenido y si incluye «la voluntad de cese definitivo de la violencia».

BATASUNA

Lo cierto es que la izquierda abertzale anunció la semana pasada que presentará en enero su nueva formación con unos estatutos que se ajusten «a rajatabla» y sin «trampa» a la Ley de Partidos para concurrir en mayo a las elecciones municipales y forales del País Vasco y Navarra.

Pero lo interesante de todo, es que la antigua Batasuna y Eusko Alkartasuna prevén presentarse con la misma marca.

Según un anexo del documento Lortu Arte (Hasta Conseguirlo) -firmado el pasado 20 de junio en Bilbao-, las dos formaciones llevarían de manera conjunta su compromiso de defender la «soberanía nacional» de Euskal Herria frente a España y Francia.

Eso en cuanto a las elecciones para diputaciones y capitales; porque a nivel municipal, tanto uno como otro pretenden presentarse de manera separada e independiente.

Lo que toca, a partir de ahora, es tomar decisiones.

El Gobierno (y probablemente el Tribunal Supremo) deberá decidir entonces si acepta su inscripción en el Registro de Partidos, o si la rechaza al entender que es un sucesor de la ilegalizada Batasuna.

En anteriores procesos de ilegalización, policías, fiscales y jueces concedieron gran relevancia a encontrar vínculos de los dirigentes o promotores de la formación investigada con el mundo de Batasuna.

En esta ocasión, es la propia izquierda abertzale quien se presenta como impulsora del nuevo partido, pero al mismo tiempo alega que ello no puede ser motivo de ilegalización porque Batasuna ya es “otra”.

Una metamorfosis que tendría su máxima expresión en el rechazo a la violencia.

La clave, por tanto, será saber si Batasuna es verdaderamente “otra”, o es “la misma” de siempre con nuevos ropajes.

Y habrá dos elementos determinantes: que el nuevo partido condene con claridad la actividad de ETA.

Y, segundo, que se compruebe que su metamorfosis es sincera. O, dicho de otra forma, que las fuerzas policiales no puedan demostrar que Batasuna sigue actuando a las órdenes de la banda.

Si la nueva formación supera ambas pruebas, deberá ser legalizada, ya que la jurisprudencia del Supremo jamás ha exigido la desaparición de la banda terrorista como condición para que un partido independentista vasco sea legal.

Prueba de ello es Aralar.

A día de hoy, hay un aparente pulso entre ETA y Batasuna por dirimir quién manda en ese mundo. Eso es así.

La banda no acaba de declarar el alto el fuego verificable que le pide Batasuna, pero tampoco niega que vaya a hacerlo.

El hecho de que lo esté consultando entre veteranos en el retiro podría indicar que su cúpula está dividida.

Ese retraso condiciona a su vez la estrategia de Batasuna, forzada a multiplicar las iniciativas tendentes a acreditar su desvinculación de la banda, a fin de poder participar en las elecciones de mayo.

Pero, en todo caso, son iniciativas cautelosas para evitar una ruptura formal con ETA y el pasado compartido con ella.

El Gobierno es claro en este asunto: o consiguen que ETA lo deje, o ellos dejan a ETA.

No le vale a Zapatero que sólo hablen de «rechazo de la violencia y la amenaza de usarla», de ahí su escepticismo.

CÁRCELES

Mientras tanto, en las prisiones hay que algo que está cambiando también.

Hay presos ‘políticos’ que ya no quieren ni ver, ni escuchar, ni hablar de lo que se presupone que no deberían hacer: criticar las acciones violentas pasadas de la banda.

Así, el colectivo de presos disidentes de ETA camina lenta pero implacable.

El Ministerio del Interior, consciente de ello (del arrepentimiento de ciertos capos) ha extendido el proceso de reinserción con la concesión de permisos en Navidad a dos reclusos y la formación en el exterior, de lunes a viernes, a un tercero.

Algo que no es nuevo; de hecho, los primeros permisos se remontan a la pasada Navidad, pero ahora se hacen públicos por primera vez los autos del juez de vigilancia penitenciaria que las autorizan.

Ya son cuatro los reclusos de Nanclares de Oca (Álava) que después de abandonar el colectivo de presos de ETA, haber perdido perdón a sus víctimas por escrito y tener cumplida la mitad de la condena, han sido clasificados con el artículo 100.2 del Régimen Penitenciario. Lo que les permite salir entre semana, regresando para dormir.

En ese colectivo (integrado por Joseba Urrosolo Sistiaga, Kepa Pikabea, Carmen Gisasola, Jurgi Oteiza, Andoni Alza, Rafa Caride Simón, Ibon Etxezarreta y Josu García Corporales) -autodenominado ‘Presos comprometidos con el Irreversible Proceso de Paz‘-, manifiesta su convicción de que tanto en Batasuna como en las cárceles «se están dando pasos para cerrar el ciclo de la lucha armada«, que tiene que «terminar» porque está «fuera de lugar«.

Asimismo, añaden que «sirve de poco hablar de tregua permanente y verificable si no se ha decidido dejarlo definitivamente».

Pero, no todos los presos piensan de la misma manera.

Y es que muchos de los que reniegan de la banda en privado y no acatan las consignas de ETA, renuncian sin embargo a acogerse al proceso de reinserción, con la esperanza puesta en una solución colectiva pactada entre el Gobierno y la organización terrorista.

Y más ahora, ante la expectación que ha levantado el posible y más que esperado comunicado de ETA que se espere amplíe a «verificable, permanente y unilateral» los términos de su alto el fuego.

Lo que sería absurdo sería negar los cambios en marcha en ese mundo abertzale.

Aunque también lo sería ignorar que ha sido la firmeza y exigencia de los partidos democráticos lo que ha hecho que digan hoy cosas que habrían sido impensables hace un año.

Se trata por tanto de encontrar un equilibrio entre esa firmeza, de nuevo avalada por el Tribunal de Estrasburgo (que volvió a avalar la ley de partidos al ratificar la anulación de listas con las que Batasuna trataba de participar en las elecciones de 2007), y la conveniencia de mantener el principio de que la prohibición es una medida excepcional que puede decaer si hay garantías de ruptura real con la banda, con lo que pueda hacer y con lo que ha hecho con la complacencia de su brazo político: 829 asesinatos.


+ info en ETA, alto el fuego

Por Iñigo Ortiz de Guzmán

Conflicto en el Sáhara Occidental

Hace treinta y cinco largos años que el pueblo saharaui no vive en paz, que la tierra y las piedras de esa región han cerrado sus ojos para que no les escueza la sangre de las personas que han muerto durante todo ese largo tiempo.

Merece la pena, pues, escribir ahora que se cumple el aniversario de la Marcha Verde y de los Acuerdos de Madrid, unas breves líneas de protesta, que sirvan como minúsculo canto a la libertad y los derechos más esenciales de las personas.

Fruto de todos estos años, el pasado lunes las fuerzas de seguridad marroquíes desmantelaban por la fuerza el campamento de Gdaim Izik, situado cerca de la capital del Sáhara Occidental, en El Aaiún.

Desde hacía aproximadamente un mes, unos 20.000 saharauis establecidos en 7.000 jaumas (tiendas nómadas) exigían mejores condiciones de vida para su pueblo.

Los organizadores reivindicaban viviendas, puestos de trabajo y ayudas sociales para los saharauis. No había, en principio, demandas políticas de autodeterminación o independencia.

Se trataba de la mayor protesta saharaui desde que en 1975 España se retiró de la colonia.

Consecuencias: un saldo indeterminado de fallecidos -por la imposibilidad de acceso de los periodistas a la zona- y decenas de detenidos y heridos.

Mientras que Marruecos habla de 11 policías y dos saharauis fallecidos (uno de ellos con nacionalidad española), el Frente Polisario (el movimiento pro autodeterminación del Sáhara Occidental) eleva la cifra de muertos saharauis hasta al menos 19, y añade más de 700 heridos y 150 desaparecidos.

La operación se iniciaba poco antes de las siete de la mañana, cuando varios helicópteros sobrevolaron el campamento lanzando órdenes de desalojo por megafonía. Pequeños grupos de mujeres con niños se marcharon y, a la salida, les esperaban autobuses en los que fueron transportados hasta El Aaiún.

Después comenzaba el asalto, en el que se usaron cañones de agua, gases lacrimógenos, porras y balas de goma.

Los más jóvenes opusieron resistencia, lo que se desataría en una batalla campal, tras la que el Ejército aplastó las tiendas, muchas de las cuales acabaron ardiendo.

ver vídeo (pinchar en la foto)

Marruecos cortó el acceso por carretera al Sáhara a la altura de Tan Tan, e impidió a todo extranjero cruzar este límite. Rabat ha impedido asimismo a los periodistas españoles viajar a El Aaiún.

En estos últimos días, además, Rabat ha expulsado a tres parlamentarios autonómicos y a un eurodiputado español. Y el pasado día 5, dos periodistas españoles, Antonio Parreño -corresponsal de TVE- y Eduardo Marín -de la Cadena SER- fueron agredidos en una sala del Tribunal de Primera Instancia de Ain Sbaa (Casablanca), cuando cubrían un juicio contra siete activistas saharauis.

La Policía requisó las cámaras de los observadores internacionales paraborrar las fotos que habían hecho de los incidentes.

El Gobierno marroquí ha acusado a la prensa española de «recurrir sistemáticamente a procedimientos falaces, técnicas innobles, manipulaciones abyectas y montajes inmundos» a la hora de informar sobre su país.

Así lo manifestó anoche el ministro de Comunicación, Jalid Naciri. Es la respuesta de Rabat a la petición lanzada desde La Moncloa por la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, para que se permitiese trabajar con libertad en el Sáhara a la prensa española.

La nota centra sus críticas concretas en el canal de televisión Antena 3, los diarios EL PAÍS y Abc, la cadena SER y la agencia Efe.

Lo que queda claro es que la estrategia de Rabat perjudica a sus propios intereses, pues la opacidad informativa crea una presunción a favor de quienes denuncian la dureza de la represión llevada a cabo por las fuerzas marroquíes.

De nuevo, el Gobierno español -tal y como sucedió en Lanzarote con el episodio de Aminetu Haidar en 2009- está viéndose envuelto de manera directa o indirecta en decisiones inaceptables del Ejecutivo de Rabat.

Si algo se demuestra con ello es la fragilidad de las bases sobre las que se mantiene la relación, inspirada para la parte española por un único y excesivo deseo de evitar los roces.

No parece ni oportuno ni comprensible, por otra parte, que el presidente Zapatero se encoja de hombros; y que, además, recurra a los servicios de un titular de Exteriores recién cesado, como el señor Miguel Ángel Moratinos para resolver el conflicto de intereses.

Pero, ¿qué hay de los detenidos?

Seis de los protagonistas de la revuelta de El Aaiún serán juzgados por un tribunal militar (los primeros civiles juzgados por jueces castrenses desde la subida de Mohamed VI al trono), y al menos otros 63 saharauis serán procesados por un tribunal penal ordinario.

De momento, todos ellos han ingresado en la llamada Cárcel Negra, prisión famosa por su dureza y conocida como «el Guantánamo marroquí».

A la mayoría de los procesados se les acusa de perpetrar «actos vandálicos» y de «desobediencia y violencia contra funcionarios».

 

HISTORIA- EL PROCESO DESCOLONIZADOR PENDIENTE

Esta historia comienza en la Conferencia de Berlín.

Corre el año 1885. Trece países europeos y uno norteamericano, acuerdan el futuro de África (ningún africano fue invitado a la conferencia). España reclama una región que le permita mantener viva su expansión colonizadora. Distaba mucho de ser una gran potencia, pero se las arregló para disimularlo.

El entonces llamado Sáhara Español no era un territorio demasiado rico.

Únicamente destacaba por dos recursos naturales que, todavía hoy, siguen sembrando la polémica: sus fosfatos (el yacimiento de Bu Craa es considerado el mayor del mundo) y sus caladeros de pesca (la zona Atlántica del sur se caracteriza por sus grandes bancos de peces).

Los habitantes del territorio, los saharauis, eran pueblos nómadas a los que, en cierta medida, se les obligó a sedenterizarse.

Y así pasaron los años, y llegó la Segunda Guerra Mundial. Y, tras ella, las potencias europeas se fueron retirando de África iniciándose el llamado proceso descolonizador. A veces por las buenas, a veces por las malas, entre los 40, los 50 y los 60, todos los países europeos se retiraron de África.

Pero existían dos excepciones.

Los atrasados gobiernos portugués y español no estaban por la labor. Pero algo empezó a cambiar en los 70. Las guerras coloniales en África le costaron a Salazar su puesto y provocaron en Lisboa la Revolución de los claveles, probablemente la revolución más maravillosa de la historia de Europa. Con tres décadas de retraso, Portugal también se retiró de África.

Sólo quedaba España. Pero el tiempo corría en contra, los vecinos del Sáhara Occidental (Marruecos, Argelia y Mauritania) llevaban décadas de andadura como países independientes y pudieron organizar una estructura militar establecida.

Marruecos incluso mantuvo una guerra (todavía no reconocida) contra España por el control del Ifni. Los saharauis por su parte, bajo la dominación española, no pudieron preparar ningún tipo de defensa.

En 1975 el general Franco muere y millones de esperanzas se abrieron para el pueblo español.

Es entonces cuando el entonces monarca Hassan II aprovecha la circunstancia para organizar la llamada “Marcha Verde”:  325.000 marroquís se dirigen hacia la frontera con la intención de apropiarse del Sáhara Occidental. No llegan a haber tiroteos; los soldados españoles se limitaron a minar la frontera, colocar carteles advirtiéndolo y esperando detrás. Los marroquís no la cruzaron.

Pero la situación se volvía insostenible por días, Marruecos amenazaba constantemente con la guerra abierta y el fragil gobierno español tenía demasiadas cosas en la cabeza como para meterse en una guerra por unos territorios que, en cualquier caso, seguramente serían abandonados poco después.

Lo cierto es que la Marcha Verde es el parche perfecto, y abandonar el apoyo al proyecto independentista es más fácil así.

No proclamar el Estado saharaui cumple con los intereses occidentales (que quieren evitar el nacimiento de un Estado independiente tan cerca de Europa y promovido por Argelia y Libia). También se protegían los intereses españoles, ante el posible peligro político que podían sufrir las Islas Canarias.

ACUERDOS DE MADRID (14 NOV 1975)

En los Acuerdos de Madrid (hoy hace 35 años), se acordó una administración del Sáhara Occidental compartida a partes iguales por España, Marruecos y Mauritania. Y dejan claro que la soberanía del Sahara corresponde al pueblo saharaui.

Mauritania primero ocuparía su región, pero ante la resistencia saharaui acabaría retirándose.

España, por su parte, nunca ha tenido el peso que los Acuerdos le concedían. Marruecos acabó controlando el Sahara Occidental, y hasta ahora.

El Frente Polisario proclamó entonces la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), sin éxito. Este representante de la causa nace en 1973 como «reflejo de la madurez del nacionalismo saharaui ante la inmovilidad de los procesos de autodeterminación promovidos por la ONU». Además, es miembro fundador de la Unión Africana (UA), lo que no ha impedido que aproximadamente un 75% de su territorio permanezca ilegal y militarmente ocupado por Marruecos.

SÁHARA LIBRE

Existen varias resoluciones de la ONU apoyando la independencia del Sahara.

Sin embargo, Marruecos pretende convertir al Sáhara en una provincia marroquí. Y para ello realiza una política de aislamiento del pueblo saharaui que vive en campos de concentración esperando a que la comunidad internacional recuerde la existencia del derecho.

Con todo, el Sáhara, nunca ha sido descolonizado. Es la única región de importancia que todavía no lo ha sido.

Marruecos nunca ha tenido derecho sobre la soberanía de esta región.

Hasta ahora, uno de los principales escollos diplomáticos entre Marruecos y España era que ésta se negaba a reconocer la soberanía del reino marroquí sobre el Sáhara.

Pero el señor Zapatero ha resuelto ese problema hace poco: por primera vez, un presidente del gobierno español ha reconocido en un mitin la soberanía marroquí sobre el Sáhara.

Todo el mundo comprende que si las relaciones se deterioran, España pagará un coste. Pero también Marruecos, cuya exposición a los riesgos que ambos países deben enfrentar conjuntamente es seguramente mayor.

Que se reconozca su papel en la estabilidad del Magreb no puede ser interpretado desde Rabat como licencia para imponer por la fuerza su voluntad en un territorio que ocupa en contra de la legalidad internacional, proclamando el desafío de «conmigo o contra mí».

ASUNTO PENDIENTE

Es cierto que las relaciones con Marruecos se encontraban bajo mínimos cuando Zapatero llegó a La Moncloa, pero el modelo que adoptó para mejorarlas era inviable: estabilizar el trato con Rabat por la vía de aproximarse a su posición en los principales contenciosos.

Era un modelo condenado al fracaso, y los graves sucesos en el Sáhara lo estarían certificando.

Querámoslo o no, el Estado español continúa siendo responsable legal y político de esta tragedia.

Sin embargo, los distintos gobiernos españoles -lejos de cumplir con sus obligaciones internacionales-, han sacrificado siempre a la parte más débil, el pueblo saharaui.

En su juego del gato y el ratón con la dictadura marroquí han ejercido, dicho sea de paso, casi siempre el papel de ratón complaciente frente a un tirano feudal que se ríe descarnadamente de la legalidad internacional.

El gobierno español puede y debe, al igual que hizo retirando sus tropas durante la ocupación de Irak, posicionarse del lado de los derechos humanos.

Recuperar parte de nuestra memoria histórica, recordando más de un siglo de colonización en el que consideramos a los saharauis como españoles, nos implica, en primer lugar, en la búsqueda de una solución justa y pacífica que respete el derecho a la autodeterminación.

Mantener una postura de “ambigüedad retórica” estimula a Marruecos para seguir en su posición intransigente, no aceptando la aplicación de las resoluciones de la ONU y poniendo condiciones previas en próximas negociaciones.

Si algo demuestran las más de tres décadas que perdura el conflicto es que este no se cerrará mientras el pueblo saharaui no decida libremente su futuro.

Los saharauis han buscado por activa y por pasiva independizarse del reino alauita. Pero no se lo permiten… El último gran problema lo tenemos estos días en El Aaiún.

Lo triste de todo es que este pueblo no tiene más remedio que ir de ghandi, de víctimas sin recursos ni armas, pataleados por el gigante marroquí. De otro modo, se convertiría en una lucha abierta en la que tienen todas las de perder.

El Sáhara Occidental no es precisamente Afganistán con un terreno escarpado y montañoso, preparado para una guerra. El Sáhara es un extraordinario desierto, donde no hay posibilidad de esconderse. Los helicópteros marroquíes acabarían con el enemigo con los ojos cerrados.

Mohamed VI es sumamente hábil. Sabe que mientras Occidente piensa que Marruecos está aislada -desde el punto de vista formal- tiene el “derecho” de acogotar al enemigo.

Por otra parte, los saharauis también reconocen que como les puede ir menos mal es haciéndose las víctimas. Ganan tiempo y, en el terreno diplomático, pueden conseguir avances.

De todos modos, no nos engañemos. Marruecos jamás entregará el Sahara a los saharauis.

Ni está en sus planes ni en su agenda. Sobre todo porque hay ahí demasiado petróleo para vender o repartir.

Y sino que se lo pregunten a algunas empresas estadounidenses que tienen una pierna por esos lares.

La presión exterior es limitada. La ONU seguirá con su eterna mediación, sin exigir el fin de la ocupación.

El mismo Estados Unidos ve con simpatías a Marruecos (Rabat es un aliado estratégico vital y no le forzará). No olvidemos que los servicios secretos marroquíes -junto con los cubanos- están considerados como uno de los mejores del mundo.

La UE apenas pinta en este caso, pese a los fuertes lazos económicos y comerciales. Francia mira a su propio interés. Y también España (Pesca, inmigración, Ceuta, Melilla…)

De ahí las medias tintas, el pragmatismo, la incomodidad, el intento inútil de salvar la cara, las afirmaciones de que no es un conflicto bilateral sino internacional, la tardanza y los matices de la condena a la represión marroquí.

Y todo gracias a la chapucera descolonización fraguada en los estertores del franquismo.

Por Iñigo Ortiz de Guzmán

ETA, alto el fuego

La cadena de tv británica BBC y el periódico jeltzale GARA, lo acaban de anunciar: el alto el fuego por parte de la banda terrorista ETA (creada en Euskadi/País Vasco en 1959, al albor de la dictadura franquista en España).

Ver video aquí

La emisora pública británica ha tenido acceso a un vídeo en el que asegura que la organización terrorista, a la que como casi siempre califica como «grupo separatista armado vasco«, tomó la decisión «hace meses» para «poner en marcha un proceso democrático«.

Según la declaración recibida a la redacción del periódico vasco -afín a la ideología independentista- ETA se reafirma en el compromiso con una solución democrática para que, a través del diálogo y la negociación, los ciudadanos vascos podamos decidir nuestro futuro de forma libre (…) Si el Gobierno de España tiene voluntad, ETA está dispuesta, hoy igual que ayer, para emprender el proceso democrático.

Y añaden (…) «Queremos hacer un llamamiento al conjunto de los ciudadanos vascos para que se impliquen y continúen la lucha. Cada cual en su propio ámbito, ofrecido cada uno su nivel de compromiso, para que con la riada compuesta por las gotas de todos podamos derruir el muro de la negación y dar pasos irreversibles en el camino de la libertad».

De ser cierto, sería -sin duda- la noticia del año. En todo caso, todavía se desconoce si es temporal o definitivo ese alto el fuego. Ni presupone tal documento si habrá entrega de armas.

HISTORIA DE ETA: La dictadura del terror

31 de julio de 1959– Un grupo de estudiantes radicales disidentes del colectivo EKIN –nacido en 1952 para reaccionar contra la pasividad y el acomodo que en su opinión padecía el PNV- funda Euskadi Ta Askatasuna (Euskadi y Libertad). Es el nacimiento de ETA, una alternativa ideológica a los postulados del Partido Nacionalista Vasco con cuatro pilares básicos: la defensa del euskara, el etnicismo (como fase superadora del racismo), el antiespañolismo y la independencia de los territorios que, según reivindican, pertenecen a Euskadi: Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra (en España), Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa (en Francia).

Su primera acción violenta se produce el 18 de julio de 1961: el intento fallido de descarrilamiento de un tren ocupado por voluntarios franquistas que se dirigían a San Sebastián para celebrar el Alzamiento.

En estos primeros años, la policía persigue a sus miembros, que se dedican a colocar pequeños artefactos sin apenas consecuencias, hacer pintadas de «Gora Euskadi» (Viva Euskadi) y colocar ikurriñas. Las bases de la organización se consolidan en mayo de 1962, en la celebración de su I Asamblea en el monasterio de Belloc (Bayona, Francia), donde se presenta como «Movimiento Revolucionario Vasco de Liberación Nacional».

El grupo rechaza cualquier colaboración con partidos o asociaciones no nacionalistas vascas y apuesta por una fuerte campaña proselitista. Es aquí cuando se autodefinen como una «organización clandestina revolucionaria» que defiende la lucha armada como el medio de conseguir la independencia de Euskadi.

Hasta 1968 la banda no da el paso de asesinar. El 7 de junio, ETA mata a tiros al guardia civil José Pardines Arcay y, posteriormente, asesina al policía franquista Melitón Manzanas, jefe de la brigada político-social de Gipuzkoa.

La banda terrorista logra su mayor golpe de efecto con el asesinato del almirante Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973, en un espectacular atentado en la calle Claudio Coello de Madrid.

El primer atentado masivo se produjo al año siguiente: el 13 de septiembre de 1974, 12 civiles morían y otros 80 resultaban heridos en la explosión de un artefacto en la cafetería Rolando, en la calle Correo de Madrid, situada junto a la Dirección General de Seguridad.

El debate interno sobre este atentado masivo provoca la primera escisión importante en la organización: los «milis» de ETA militar, partidarios de la insurrección popular, se desmarcan de los «polimilis» de ETA político militar, que apuestan por la violencia selectiva.

En total, en cinco décadas de terrorismo: 817 víctimas mortales (de las cuales 478 eran miembros de cuerpos policiales y 339 civiles) y 84 secuestros. Ninguno en el último año. Todo por un fin: la independencia de un Pueblo. Pensar diferente ha sido siempre un peligro, una excusa para empuñar la pistola, y matar por matar.

La actividad terrorista no cesa con la muerte de Franco.

En la década de los 80, ETA recrudece su ofensiva para forzar las negociaciones con el Gobierno y los atentados masivos e indiscriminados azotan a la sociedad española como no lo había hecho hasta entonces.

El 18 de junio de 1987, otro coche bomba sembraba el terror en el parking del centro Hipercor de Barcelona, provocando 21 muertos y 45 heridos.

Antes, había desaparecido ETA político-militar (en 1982) y comenzado la«guerra sucia» de los GAL. El 23 de septiembre de 1984, Francia concede, por primera vez, la extradición de tres presuntos miembros de ETA a España, sentando precedente para futuras colaboraciones. Los partidos políticos también mueven pieza en su terreno. Se firman el Pacto de Madrid (1987), el Pacto de Ajuria Enea (1988) y el Pacto de Navarra (1988).

En esta década se produce uno de los episodios más destacados de las disidencias internas en el seno de la banda terrorista: Dolores González Cataraín ‘Yoyes’, que abandonó la organización en 1980 por su desacuerdo con la línea dura, fue asesinada el 10 de septiembre de 1986 mientras paseaba con su hijo.

En 1989, ETA y el Gobierno intentan dialogar y acercar sus posturas en las conversaciones de Argel. Ttres meses de contactos que estuvieron acompañados de una tregua de la banda terrorista, que retomó las armas tras la ruptura del diálogo.

En toda su Historia, ETA ha declarado una decena de treguas. La última, anunciada el 22 de marzo de 2006, se prolongó durante nueve meses. El 30 de diciembre de ese mismo año, la banda terrorista rompía el alto el fuego con un atentado en el aeropuerto de Barajas.

La tregua que comenzó el 18 de septiembre de 1998 -y que duró 439 días- ha sido la más extensa. Pero siempre ha habido ‘algo’ o ‘alguien’, español o no, ETA o no, que ha terminado por dinamitar cualquier solución al conflicto vasco.

En julio de 2009, ETA sobrepasó la barrera del medio siglo. 50 años de miedo y asesinatos.

La organización terrorista atraviesa el momento más débil de su historia, con un aparato militar que ha sido desarticulado en cinco ocasiones desde noviembre de 2008.

Desde entonces, la banda terrorista ha visto seriamente amenazada su estructura interna con las sucesivas detenciones de sus principales jefes militares por manos de las fuerzas de seguridad españolas y francesas, a las que se han sumado comandos desarticulados y decenas legales (no fichados) y liberados (a sueldo) capturados a ambos lados de los Pirineos.

Quizá por eso, o bien por la presión de las bases militantes, o por el entorno político de Batasuna, lo cierto es que ahora ETA está más contra la pared.

La izquierda abertzale parece haber entendido lo que está obligada a hacer si quiere recuperar la legalidad. Y qué mejor que los llamados «principios Mitchell«. Se trata de seis puntos que debían asumir los partidos irlandeses que contaban con brazo armado para ser admitidos en las conversaciones de paz. El primero de esos puntos era el compromiso con los medios exclusivamente políticos, y el segundo el desarme total de las organizaciones paramilitares.

Seamos, en todo caso, positivos ante el hoy anunciado alto el fuego, aunque cautos. Eso sí, que no sigan con el juego de los pétalos… Y veremos a partir de ahora qué piden a cambio: la exigencia de derogación de la Ley de Partidos, el traslado de los presos a cárceles vascas, el fin de los procesos judiciales contra la izquierda abertzale, etcétera.

Tiempo al tiempo.

Se puede decir más alto, pero no más claro: FIN del TERRORISMO- NO a ETA.

Por Iñigo Ortiz de Guzmán

 

 

Sudáfrica con Mandela

Nelson Mandela

Se celebran 15 años desde que Sudáfrica ganara en casa el campeonato Mundial de Rugby contra Nueva Zelanda. Todo un hito después de que durante años fueran excluidos de este tipo de competiciones debido al apartheid.

Pues bien, ahora el país africano acoge de nuevo un mundial, ésta vez de Fútbol. Será el próximo 11 de junio cuando de comienzo. Y con él se espera que el nonagenario y ex presidente de la República, Nelson Mandela, vuelva a hacer acto de presencia.

Un símbolo de libertad y de supervivencia.

Un icono a nivel global de la reconciliación y el perdón desde su puesta en libertad el 11 de febrero de 1990.

Clint Eastwood ha sabido plasmar como nadie esta historia en su última película que produce y dirige: «Invictus«. Un film basado en el libro de John Carlin «El factor humano» (Playing the enemy: Nelson Mandela and the Game That Changed the World) y ambientada después de que Nelson Mandela saliera de la cárcel y se convirtiera en presidente de Sudáfrica.

Con el evento deportivo en 1995, el líder sudafricano impulsó y utilizó, con la ayuda de la estrella de rugby Francois Pienaar (Matt Damon), como vía para acabar con el odio y la desconfianza existente durante décadas entre la población blanca y negra del país.

Toda una aportación al mundo cinematográfico que refleja la historia de un hombre de raza negra que -con la perseverancia que le caracteriza- ingresaría en 1944 en el Congreso Nacional Africano (ANC), de inspiración basada en la figura de Gandhi . Un movimiento de lucha contra la opresión de los sudafricanos de color. Y cuya ideología se basó en un socialismo africano: nacionalista, antirracista y antiimperialista.

Este año se cumplen dos décadas desde que Mandela fuera liberado -tras 27 años en prisión- convirtiendo un país de convivencia y de respeto hacia los derechos humanos.

Echemos un vistazo para atrás y comprender por qué.

Corre el año 48. Llega al poder en Sudáfrica el Partido Nacional, que institucionaliza la segregación racial creando el régimen del apartheid (implantado por colonizadores ingleses) como símbolo de una sucesión de discriminación política, económica, social y racial. Fue llamado así porque significa «separación» en Afrikaanses una lengua germánica, criolla del neerlandés.

Este sistema consistía básicamente en la división de los diferentes grupos raciales para promover el «desarrollo». Todo este movimiento estaba dirigido por la raza blanca, que instauró todo tipo de leyes que cubrían, en general, aspectos sociales. Se hacía una clasificación racial de acuerdo a la apariencia, a la aceptación social o a la ascendencia.

Entre otros aspectos de disfunción racial pasaban porque los negros no podían ocupar posiciones en el gobierno, como tampoco podían habilitar negocios o ejercer prácticas profesionales en las áreas asignadas específicamente para los blancos. Asimismo, el transporte público era totalmente segregado. A los negros no les estaba permitido entrar en zonas asignadas para población blanca, a menos que tuvieran un pase.

En 1959, con el Self Government Act el apartheid alcanzó su plenitud cuando la población negra quedó relegada a pequeños territorios marginales y autónomos y privada de la ciudadanía sudafricana.

Para entonces, Nelson Mandela -que había estado confinado en la cárcel por dirigir un movimento contra el régimen de la época- reaparece en público, promoviendo la aprobación de una Carta de la Libertad. Ahí plasma la aspiración de un Estado multirracial, igualitario y democrático; una reforma agraria; y una política de justicia social en el reparto de la riqueza.

Pero la situación no es fácil. El gobierno responde y crea a finales de los 50 siete reservas (o bantustanes), territorios marginales supuestamente independientes, en los que confinar a la mayoría negra. El ANC responde con manifestaciones y boicoteos, que conducen a la detención de la mayor parte de sus dirigentes. Mandela es acusado de alta traición, juzgado y liberado por falta de pruebas en 1961.

Ese mismo año es elegido secretario honorario del Congreso de Acción Nacional de Toda África, un nuevo movimiento clandestino que adopta el sabotaje como medio de lucha contra el régimen de la recién proclamada República Sudafricana; al tiempo que se encarga de dirigir el brazo armado del ANC (la Lanza de la Nación). Su estrategia se centra en atacar instalaciones de importancia económica o de valor simbólico, excluyendo atentar contra vidas humanas.

En 1962 Mandela viaja por diversos países africanos recaudando fondos, recibiendo instrucción militar y haciendo propaganda de la causa sudafricana. A su regreso es detenido y condenado a cinco años de cárcel. Un juicio posterior contra los dirigentes de la Lanza de la Nación le condena a cadena perpetua en 1964.

Llega así su reclusión durante 27 años en la isla de Robben Island –al estilo de Alcatraz- en penosas condiciones, pero que supuso el principio de una figura legendaria que representaba la falta de libertad de todos los negros sudafricanos.

Mientras tanto, en los años 70, el régimen sudafricano es oficialmente condenado por la comunidad occidental y sometido a un embargo de armas y material militar. Y en 1985, el Consejo de Seguridad de la ONU llama a los estados miembros a adoptar sanciones económicas.

Consciente de su problemática, el gobierno intenta acabar con el tan incómodo mito de Mandela, ofreciéndole la libertad si aceptaba establecerse en uno de los bantustanes a los que el régimen había concedido una ficción de independencia; a lo que el líder negro rechazó el ofrecimiento.

Desde su minúsculo habitáculo en la prisión, Nelson Mandela escribiría el siguiente poema:

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años me encuentra, y me econtrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

Y llega el fin de la Guerra Fría que precipita, a su vez, el fin del apartheid.

Frederik De Klerk, presidente de la República por el Partido Nacional, tiene que ceder finalmente ante la evidencia de la presión internacional; y abre el camino para desmontar la segregación racial, liberando a Mandela en 1990 y convirtiéndole en su principal interlocutor para negociar el proceso de democratización.

De este modo, paradógicamente los dos protagonistas Mandela y De Klerk se hacen con el Premio Nobel de la Paz en 1993.

En adelante la población negra recupera sus derechos civiles y políticos.

Y Nelson Mandela se pone en 1994 al frente -quizá por lo que siempre soñó- de la presidencia de la República de Sudáfrica.

Una apuesta -la de la igualdad- por la que siempre será recordado junto a la copa del Mundial de Rugby. Probablemente, los dos momentos que al líder sudafricano más le marcaron, y por los que entrevió que nada es imposible si el objetivo es lícito y justo.

Mandela ha logrado que los 47 millones de habitantes de Sudáfrica se hayan puesto de acuerdo en que no valen más segregaciones por ser de uno o de otro color, de pertenecer a una o de otra religión, por pensar de tal o de cual manera…

Ahora, muy frágil a sus 92 años, «Madiba» el nombre con el que lo llaman los miembros de su clan, limita sus apariciones y se expresa sólo mediante grabaciones de video. Pero su perseverancia por los más débiles seguro que nunca será olvidado.

«Sueño un África en paz consigo misma»

Por Iñigo Ortiz de Guzmán